Un largo viaje en corto tiempo me llevó a Baralla a finales de Agosto.
Despistado que es uno, llegué el ultimo día de las fiestas del San Vitorio, justo cuando andaba todo el mundo en la pradera del Neira dando buena cuenta de las tradicionales meriendas y lo que menos podía imaginar era que los de la residencia San Vitorio estarían allí. Pues si señor, allí, acompañados de sus cuidadores, estaba los mayores de la residencia. La tarde acompañaba para el disfrute del singular lugar y como colofón ganaron un premio por sus meriendas. Hallé a mi padre feliz y contento, Nunca imagine que se adaptaría tan pronto a esta nueva forma de vida, máxime cuando no quería abandonar su casa “por nada del mundo”. Si le preguntamos ahora, es seguro que la respuesta sería “debería haberlo hecho antes” y es que goza de una buena atención y casí podríamos decir que presume de su edad.
Es muy querido por todos y el corresponde al cariño.
La Residencia San Vitorio es su nuevo hogar y durante el tiempo que estuvimos en la aldea tenia que llevarlo a dormir a su “casa” ¡Fantástico! Conserva Manuel plenas facultades mentales; se queja, eso si, de la piernas “Estas rodas vanme deixar na silla de rodas” me dice. Me cuenta muchas cosas de “os compañeiros” e do personal. Y ordena, y manda, como es costumbre, “hai moitas mazás vaite a horta, colle un caixon que temos que levalas pra residencia” (Fue lo primero que me espeto nada más llegar a la casa de Pol)
¿Quen dice non?
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